Orígenes del maquinismo

Los primeros síntomas de la Revolución Industrial y el nacimiento del régimen fabril (relativo a la fábrica), tiene sus orígenes en la máquina textil. El punto de partida tuvo lugar en Inglaterra, país que poseía ricos depósitos de carbón y de hierro y que podía obtener enormes cantidades de materias primas procedentes de sus muchas colonias dispersadas en el mundo.

Esta nación, en el siglo XVIII se había convertido en la potencia mercantil e industrial más importante del mundo. Sus posesiones se extendían por todo el globo por lo que las flotas inglesas recorrían todos los mares y sus comerciantes traficaban en todas las latitudes. Dicha situación aumentó la demanda de muchos artículos, entre los que se contaban los tejidos de algodón y que por provenir en su mayor parte de la India, se les llamaba indianas.

Debido a que la industria inglesa, basada en el simple trabajo manual de sus obreros, no alcanzaba a satisfacer las necesidades crecientes del mundo, y porque no podía competir con el bajo costo de la obra de los hindúes, los industriales de la región de Lancashire -vecina al pueblo de Liverpool- ofrecieron importantes premios a quienes lograsen crear nuevos procedimientos que fuesen más eficientes que la antigua rueca y el primitivo telar. A partir de estas ofertas surgieron las primeras máquinas para hilar, para tejer y para desmontar el algodón.

El primer paso en la mecanización del telar fue la lanzadera volante, patentada en 1733 por el inventor británico John Kay. Consistía en un mecanismo de palancas que empujaba la lanzadera por una pista. La lanzadera volante aumentó considerablemente la velocidad de tejido y permitía que una sola persona pudiera realizar el picado.

La primera máquina para hilar algodón fue lograda por James Hargreaves, carpintero-tejedor de Blackburn. Durante los años 1764-1767, inventó un torno o maquinaria simple, movida a mano y por medio de la cual una mujer podía hilar, al principio seis o siete, pero después hasta ocho hilos a la vez.

El inventor de la primera máquina para tejer algodón fue el clérigo y poeta inglés Edmund Cartwright, quien en 1784, diseñó un telar provisto de una lanzadera automática, movido por una energía proporcionada por caballos, ruedas hidráulicas o bien máquinas a vapor. Con la aparición y perfeccionamiento del hilado y el tejido del algodón aumentó la demanda de ese textil.

Todos estos inventos provocaron trastornos. El telar hidráulico, la hiladora mecánica y el telar mecánico se transformaron en máquinas de gran peso y de grandes dimensiones, que no cabían en casas. De esta forma, nació la necesidad de emplazarlas en amplios edificios y, a la vez, contratar obreros que las hicieran funcionar bajo la vigilancia del dueño o de un administrador. Comenzó, entonces, a desarrollarse el régimen fabril

La edad del vapor

La aparición de la máquina a vapor se ha considerado como el inicio de la Revolución Industrial. La aplicación de esta fuente de energía realmente transformó el sistema de trabajo imperante en el siglo XVIII. Al comenzar el siglo XIX, tanto Inglaterra como Francia y Estados Unidos comenzaron a tener un acelerado desarrollo en su industria manufacturera y el aprovechamiento de esta nueva energía pronto se utilizó en los buques y ferrocarriles. El primer motor de pistón fue desarrollado por el físico e inventor francés Denis Papin y se utilizó para bombear agua. El motor de Papin, poco más que una curiosidad, era una máquina que aprovechaba el movimiento del aire más que la presión del vapor.

De ahí que se ha estimado que pocas invenciones han gravitado tanto sobre el curso de la historia como la máquina a vapor. Los primeros intentos de aprovechamiento de vapor datan de 1698, cuando Thomas Savery construyó la primera bomba accionada por esta fuente. Luego, en 1712, Thomas Newcomen, inventó el motor de balancín; en 1769, Nicolas Cugnot desarrollo un remolque de artillería propulsado por vapor; en 1780, James Watt ideó la primera máquina a vapor de «doble acción»; 1787, John Fitch construyó el primer buque a vapor.

En 1804, Richard Trevithick hace funcionar la primera locomotora arrastrada por una caldera a vapor. En el área automovilística, en 1769, Cugnot construyó en Francia y condujo el primer vehículo movido a vapor.

– El barco a vapor: El primer modelo se denominó » Clermont «, construido por el ingeniero estadounidense Robert Fulton. Dicha embarcación hizo por primera vez un servicio de regular de pasajeros en 1807, en el río Hudson, entre las ciudades de Nueva York y Albany, a razón de 8,5 kilómetros por hora. El modelo pesaba 150 toneladas y estaba equipado con una máquina a vapor y un rueda de pala.

El primer submarino: El mismo creador del barco a vapor, Robert Fulton, fue quien ideó los planos, que presentó a un directorio francés, de un buque sumergible llamado Nautilus. En 1801 se realizaron las primera pruebas de submarino primitivo quedando el artefacto bajo el agua casi una hora.

Ferrocarril: Aunque la primera locomotora utilizable fue originada por Richard Trevithick en el 1801, el primer ferrocarril verdadero fue construido por George Stephenson, en 1814 ( en la imagen, la locomotora Rocket construida por Stephenson). Su creación arrastró, sin dificultad, algunos vagones de carbón, y en sólo unos años, en 1825, corrió el primer tren de carga y de pasajeros a una velocidad de 24 kilómetros. A nuestro país, el primer prototipo de ferrocarril llega recién en 1851, fecha en que se inaugura el primer ferrocarril de Chile y del hemisferio sur que tuvo su recorrido entre Copiapó y Caldera.

Imprenta a vapor: En 1814, el Times, diario londinense, instaló la primera imprenta de vapor, que le permitió cumplir en dos horas el trabajo que antes exigía un día.
Hasta la aparición de estos inventos, las únicas máquinas existentes eran accionadas por el viento, el agua y los músculos de hombres y animales.

El maquinismo se desarrolló, primeramente, en Inglaterra hasta la caída de Napoleón en 1815, pues a partir de esa fecha y en el transcurso de los siglos XIX y XX, las máquinas fueron invadiendo los demás países de Europa y del mundo. Desde fines de la pasada centuria, la revolución maquinista tuvo, como fundamental escenario, a los Estados Unidos, donde se realizaron los más trascendentales adelantos de carácter mecánico.