Resultados de la Revolución

Incluso más allá de los cambios en los oficios y las tradiciones rurales, la industrialización modificó gradualmente la naturaleza de la vida. Durante la primera época, más de la mitad de la población del país vivía en las ciudades. En Gran Bretaña alcanzaron este hito en 1850. Otro cambio clave afectaba a las familias. Con un trabajo que se realizaba fuera de casa, se requerían nuevas especializaciones entre los miembros de la familia.

En muchas sociedades industriales, las mujeres casadas eran retiradas a menudo del mercado laboral para ocuparse del trabajo doméstico. Los niños eran utilizados en ocasiones en la industria primaria, pero con la introducción de maquinaria moderna, su trabajo ya no era necesario.

Al mismo tiempo, los nuevos niveles educativos parecían útiles para crear trabajadores adultos expertos. Desde este momento, la educación, más que el trabajo, definía la infancia en las sociedades industriales.

Fuera de casa, la industrialización creó nuevas, y a menudo agudizó las divisiones sociales. La brecha entre los propietarios de las fábricas y la creciente masa de trabajadores, incapaces de mejorar sus condiciones de trabajo, aumentó. Nuevas formas de protesta, en particular huelgas y otros tipos de acción política se desarrollaron en paralelo al avance de la industrialización.

Hasta comienzos del siglo XIX Europa era un continente agrícola, no preparado para afrontar una rápida industrialización, ni para enfrentarse a sus consecuencias negativas. Fábricas insalubres e inseguras, exceso de horas de trabajo, niños obreros, explotación de la mujer, bajos salarios, viviendas miserables, cesantía, condiciones en que se desarrolló en sus comienzos la nueva Era, fueron considerados los «Siete Pecados Capitales de la Revolución Industrial«.

Las ciudades crecieron desordenamente a fin de dar cabida a la gente que emigraba de los campos y se instalaba allí para trabajar en las fábricas. La mayor parte de las calles no tenían pavimento, y la luz, el agua y los alimentos eran escasos. Las viviendas se amontonaban en estrechos y malolientes callejones, y cada barrio era un basural. No fue extraño, entonces, que bajo tan tristes condiciones la tuberculosis y las epidemias hicieran estragos en barrios populares. Hombres, mujeres y niños trabajaban de 12 a 15 horas cada día, en locales insalubres y con escaso salario. Algunas fábricas empleaban niños huérfanos, menores de 14 años.