Primera Guerra Mundial

Es el conflicto militar que comenzó el 28 de julio de 1914 como un enfrentamiento localizado en el Imperio Austro-Húngaro y Serbia; se transformó en un enfrentamiento armado a escala europea cuando la declaración de guerra austro-húngara se extendió a Rusia el 1 de agosto de 1914; y finalmente pasó a ser una guerra mundial, en la que participaron 32 naciones, finalizada en 1918.

Veintiocho de ellas, denominadas ‘aliadas’ o ‘potencias asociadas’ y entre las que se encontraban Gran Bretaña, Francia, Rusia, Italia y Estados Unidos, lucharon contra la coalición de los llamados Imperios Centrales, integrada por Alemania, Austria-Hungría, el Imperio otomano y Bulgaria.

La causa inmediata del inicio de las hostilidades entre Austria-Hungría y Serbia fue el asesinato del archiduque Francisco Fernando de Habsburgo, heredero del trono austro-húngaro, cometido en Sarajevo (Bosnia, entonces parte del Imperio Austro-Húngaro; en la actualidad Bosnia-Herzegovina ) el 28 de junio de 1914 por el nacionalista serbio Gavrilo Princip. No obstante, las causas profundas del conflicto remiten a la historia europea del siglo XIX, concretamente a las tendencias económicas y políticas que imperaron en Europa desde 1871, año en el fue fundado y emergió como gran potencia el II Imperio Alemán.

La paz armada

Durante un largo período, entre 1871 y 1914 la paz reinó en la mayor parte de Europa. La excepción fue la región de Los Balcanes, la más orienta de las penínsulas europeas de Mar Mediterráneo.

Sin embargo, esta paz se asemejaba a la calma aparente que muestran los volcanes antes de entrar en erupción. De hecho, el período a que nos referimos ha recibido de los historiadores el elocuente nombre de paz armada, ya que entre las naciones europeas existían muchas rivalidades en materia económica y debido a que las pretensiones colonialistas de unos y otros chocaban en múltiples oportunidades. Además, el auge de los sentimientos nacionalistas en diversas regiones aportaba su cuota de tensión.

En los siglos XVII y XVIII el escenario europeo había tenido cuatro protagonistas: Inglaterra, Francia, Austria y Rusia. Sin embargo, en la segunda mitad del siglo XIX se habían incorporado otros dos actores, que reclamaban un rol de importancia.

Se trata de Italia y Alemania, que lograron en corto tiempo un espectacular desarrollo económico y humano. La situación había cambiado en el continente, cosa que no agradaba mucho a las potencias tradicionales como Francia y Rusia, quienes no querían ver su posición disminuida.

Armonía de los tres emperadores

En esa época, la paz tenía la fragilidad de un cristal. Para mantenerla, se recurrió a un impresionante despliegue de maniobras diplomáticas, que tuvo por resultado la constitución de diversas alianzas, que dejaron el continente europeo dividido en bloques de poder.

Claro que la red de pactos era tan compIeja, que desorientaba aún a los más expertos. Por este motivo, deberemos conformarnos con hablar de las principales alianzas, sin adentramos en más profundos laberintos. Tras la guerra de 1870-71, entre Francia y Alemania, en la que esta última había obtenido una lucida victoria, los bloques políticos se hicieron más sólidos y pasaron a constituir una pieza clave de la política internacional en la zona.

Otto von Bismarck, Canciller alemán, fue la figura más destacada e influyente del período situado entre 1870 y 1890. Los éxitos guerreros habían dado al joven Imperio alemán la categoría de primera potencia militar en Europa. Sin embargo, este prestigio traía aparejadas algunas dificultades. Francia, derrotada, comenzó a alimentar un hondo resentimiento y un gran deseo de revancha. Pero eso no era todo. Para mantener el sitial recientemente ganado, Alemania necesitaba contar con buenos aliados. Empeñado en conseguirlos. Bismarck, puso en acción su formidable genio diplomático, propiciando un acercamiento hacia Austria.

Ya años atrás, en 1866. el ejército prusiano había vencido a los austríacos, pero había tenido el buen tino de no imponer condiciones demasiado humillantes a los derrotados.

De esta forma la Alemania unificada, que contaba con Prusia como núcleo principal, tenía la la puerta abierta para entenderse con su antiguo enemigo. En 1872 se celebró una entrevista en Berlín, entre los emperadores Guillermo I de Alemania y Francisco José, del Imperio austrohúngaro. También el zar de Rusia, Alejandro II, quiso participar en el encuentro y así nació lo que se conoce como la «armonía de los tres emperadores». En esta liga, Alemania tuvo el rol predominante y Bismarck, muy satisfecho, declaró que «la Europa reconocía al nuevo imperio alemán como el baluarte de la paz general».

La Triple Alianza

La armonía de los tres emperadores no duró mucho tiempo. La manzana de la discordia fue un conflicto que estalló en los Balcanes. En 1877 Rusia entró en guerra con los turcos que dominaban, la península logrando la victoria. Tras el enfrentamiento, se firmó el Tratado de Berlín. En dicho acuerdo, a pesar de que Rusia ostentaba la calidad de vencedora no obtuvo todas las ventajas que esperaba. Durante la conferencia de paz, Bismarck no hizo nada por apoyar las pretensiones rusas. El zar, resentido, acusó a Bismarck de haber «olvidado sus compromisos». La armonía de los tres emperadores se había trizado.

A partir de ese momento, Bismarck comprendió que debía preocuparse no sólo de Francia, sino también de Rusia. La salida más aconsejable fue reforzar su amistad con Austria, con la que firmó un nuevo tratado secreto, de carácter defensivo. A este pacto se incorporó más tarde Italia. con lo que nació la Triple Alianza, firmada en Viena el 20 de mayo de 1882.

La Triple Entente

Francia y Rusia quedaron virtualmente aisladas luego de la constitución de la Triple Alianza. Esto no agradó para nada al zar. A pesar de los roces que habían tenido, se resistió a cortar definitivamente sus vínculos con la vigorosa Alemania. Por esa fecha, Rusia tenía un nuevo gobernante, el zar Alejandro III, que fue coronado en 1881. Bismarck hizo valer sus buenos oficios y este emperador ruso firmó un acuerdo con Guillermo I, por el cual se comprometió a mantenerse neutral en el caso de que una potencia extranjera atacase a Alemania, Dicho pacto secreto fue el último triunfo diplomático de Bismarck, quien fue alejado de su cargo en 1890. En Alemania también había subido un nuevo emperador, Guillermo II, que encarnaba la ambición imperialista que, por ese entonces alimentaba el pueblo alemán.

La caída de Bismarck no pasó inadvertida a los otros Países europeos. Sin el astuto Canciller, Alemania ya no parecía tan temible. Dadas las circunstancias, Francia y Rusia no tardaron en estrechar sus lazos de amistad. Llegaron así a pactar una alianza en 1892, la cual tenía un carácter puramente defensivo.

A esta amistad anglo-rusa adhirió años más tarde Inglaterra, preocupada por el creciente poder de Alemania. Así, para mantener el equilibrio con la Triple Alianza, surgió este segundo pacto conocido como la Triple Entente, o Triple Entendimiento, entre Francia, Rusia e Inglaterra.