Del manierismo al barroco

El manierismo, expresión artística del Renacimiento tardío. es decir, hacia la segunda mitad del siglo XVI, se desarrolló en Florencia y Roma. Algunos artistas de este periodo copiaron los estilos de Miguel Ángel, Rafael y Leonardo y produjeron obras de arte valiosa por las técnicas empleadas, pero que carecían de imaginación.

Otros artistas se rebelaron contra la perfección técnica; pintaron cuadros de acuerdo con lo que sentían al observar un mundo complejo y desequilibrado; crearon obras sin perspectiva lineal clara, pero reflejaron las convulsiones de la época mediante composiciones elaboradas, figuras en poses exageradas y paisajes sin formas definidas. Los manieristas destacaron lo grandioso y cambiante más que el individualismo realista. Abandonaron el perfecto equilibrio y mostraron en su pintura un continuo movimiento con profundidad sin límites. Estas expresiones artísticas surgieron en el contexto de las transformaciones del siglo XVI: la invención de la imprenta, la Reforma protestante y la Contrarreforma católica que trastornaron el equilibrio religioso.

El estilo barroco se desarrolló desde las primeras décadas del siglo XVII, cuando las monarquías absolutas consolidaban su poder. Europa estaba dividida por cuestiones religiosas: el norte con mayoría protestante y el sur católico. El continente se encontraba amenazado por la expansión otomana.

El arte barroco es más complejo, luminoso y dinámico que el manierismo, con formas y expresiones contradictorias: alegría, tristeza, sensualidad y espiritualidad religiosa. Los artistas de este periodo pintaron grandes temas porque remitían a conceptos grandiosos, como la monarquía absolutista, la religión, la riqueza. El arte transmitió un mensaje moral y edificante, fue monumental como las suntuosas cortes de los monarcas o las imponentes iglesias.