Funcionamiento interno del insecto

La alimentación

En lo que se refiere a sus hábitos de vida y alimentación, los insectos exhiben variaciones extremas, que se ponen de manifiesto en los ciclos vitales de diversas especies. Los insectos han desarrollado varias regiones en la boca para adaptarse a la dieta que le corresponde. Sus antepasados poseían tres pares de quijadas (mandíbulas). Actualmente, el primer par perdura bien desarrollado en todas las especies masticadoras; el segundo par de mandíbulas -las maxilas – es más pequeño y se encarga de ayudar a ingerir o chupar el alimento dentro de la boca; el tercer par está formado por dos piezas soldadas que constituyen el llamado labio.

Los sentidos

Los órganos de los sentidos más importantes para los insectos son las antenas, los ojos y la vellosidad del cuerpo. Las antenas las utilizan para determinar la forma, textura y olor de los objetos.

Para muchos insectos, el ambiente que los rodea no debe ser más que un conjunto de olores, sabores, vibraciones y sonidos que los humanos no podemos captar. Las vibraciones son percibidas por los insectos mediante oídos, generalmente dispuestos en las patas, abdomen y antenas.

El cerebro

El cerebro de los insectos es un conjunto de células nerviosas que se encargan de integrar la conducta de estos animales. A pesar del tamaño reducido de estos seres vivos, su comportamiento puede ser bastante complejo, lo que se observa, por ejemplo, cuando un insecto hace un hoyo en la arena para que otro caiga en él; en ese momento le echa encima más arena y así lo captura.

Metamorfosis completa

Una de las características del desarrollo de los insectos desde el nacimiento hasta la madurez es la metamorfosis, el paso a través de una o más formas corporales inmaduras distintas hasta llegar a la fase de imago, o forma adulta. En la mayoría de los insectos se produce algún tipo de metamorfosis, aunque en algunas especies, como en los tisanuros, el insecto recién nacido es esencialmente similar en su forma al imago.

Metamorfosis incompleta

La fase inmadura de insectos como las libélulas, llamada ninfa, se transforma en adulta sin fase de pupa, sino por medio de una serie de mudas. Cada muda acerca más al insecto a su forma madura o imago. En esta secuencia, la ninfa acuática, con tórax y músculos del vuelo desarrollados por completo, ha salido del agua para mudar la piel por última vez. La sangre se bombea a la cabeza y el tórax, que se hinchan y rompen la cubierta de la ninfa. La piel se rompe luego por el dorso, y el insecto sale de la vaina. Al circular la sangre en las partes blandas y distendibles que acaban de quedar liberadas, el abdomen se alarga y las alas arrugadas se despliegan formando las alas nervadas del adulto. En menos de dos horas, las estructuras del insecto se habrán endurecido lo suficiente como para permitirle volar, pero no adquirirá sus característicos colores negro y verde hasta que no trascurran varios días.