La moral y el bien
El hombre se educa para el bien. Pero el bien no sólo es obligatorio para el creyente, sino para todos los hombres en general. El bien no sólo se funda en una recompensa esperada. Se funda también en razones que pertenecen a este mundo. La conducta moral, esto es, movida por el bien, nos permite vivir en paz con nosotros mismos y en armonía con los demás.
El bien es una cuestión de amor y de respeto. Es amor y respecto a lo que es bueno para todos y aversión a lo perjudicial. El bien no bebe confundirse con nuestro interés particular en algún momento de nuestra vida. No debe confundírsele con nuestro provecho, nuestro gusto o nuestro deseo. El bien es un ideal de justicia y de virtud que puede imponernos el sacrificio de nuestros anhelos, y aún de nuestra felicidad o de nuestra vida. Pues es algo como una felicidad más amplia o que abarcase a toda la especie humana, ante la cual valen menos las felicidades personales de cada uno de nosotros.
Otros consideran que el bien se conoce por el camino del sentimiento y, como la caridad, es un impulso del buen corazón, compatible aún con la ignorancia. Según ellos, el bueno lo es por mala inclinación. Todo depende del acto bueno de que se trate. Para dar de beber al sediento basta tener buen corazón, ¡y agua! Para ser un buen ciudadano o para sacar adelante una familia hay que tener, además algunos conocimientos.
Aquí, como en todo, la naturaleza y la educación se completan. Por eso el filósofo griego Aristóteles aconsejaba la » ejercitación en la virtud para ser virtuoso”.