Los primeros tiempos de la escultura
La escultura nació durante la Edad de Piedra, relacionada con la caza y los ritos de fertilidad. Las primeras obras que pueden considerarse esculturas son unas figuras femeninas desnudas, de caderas muy desarrolladas, que han sido interpretadas como ídolos de la fertilidad. Datan del paleolítico superior y son conocidas como Venus. Las más conocidas son la de Willendorf y Laussel (lugares donde fueron encontradas).
Un poco más tarde se hicieron representaciones de animales en hueso y marfil. Después vino la Edad de los Metales, período en el que el hombre aprendió a fundir los metales, lo que le permitió elaborar herramientas y utensilios más resistentes. Esta etapa coincide con la aparición de la primeras civilizaciones.
El cuerpo recibía un tratamiento marcadamente geométrico, con hombros y pecho planos que recuerdan la forma de un triángulo invertido, como se aprecia en una escultura de diorita tallada del faraón Kefrén (c. 2530 a.C., Museo de El Cairo).
La escultura egipcia, además de su majestuosidad, tiene las siguientes características: representaciones idealizadas, con rasgos predeterminados y mirada al frente, siempre se les representaba en una pose frontal. Se relacionaban con los ritos funerarios (decoración de tumbas y pirámides) y con la glorificación del faraón (efigies, estatuas); buscan el realismo de las expresiones humanas; mantuvieron un estilo invariable durante varios siglos.
El estilo escultórico egipcio se definió desde el imperio antiguo, con figuras solemnes y majestuosas, en su mayoría vinculadas a la religión. En el caso de los relieves, los más antiguos se encuentran en las paletas de tocador, entre ellas la del rey Narmer.
Durante el período medio, las esculturas fueron muy similares, aunque apareció cierto espíritu trágico; mientras que en el imperio nuevo las estatuas eran elegantes e idealizadas, como la figura del faraón Tutmosis III. Además, hubo un gran aumento de los relieves, debido a la creciente construcción de templos.
Para las estatuas usaron madera o piedra calcárea en el período menfítico (la capital era Menfis); granito en el tebano (la capital era Tebas); y después, los basaltos -roca volcánica negra o verdosa.
La madera (coníferas del Líbano, sicomoro, ébano de Sudán) se ocupó en las esculturas pequeñas portadoras de ofrendas. Eran modelos diminutos de la vida cotidiana que se colocaban en las tumbas.
Además de cincelar y tallar estatuas, los egipcios también conocían el batido del cobre y la fundición del bronce. En todo caso, las esculturas hechas en metal eran las más pequeñas, ya que en general eran de gran tamaño.
Mesopotamia
El arte mesopotámico es producto de varias civilizaciones: la sumeria, la acadia, la babilónica y la asiria. Alrededor del 2600 a.C. los sumerios ya tallaban estatuillas de dioses en mármol, caracterizadas por sus ojos grandes y su mirada fija. Otros detalles como el pelo, la expresión facial, el cuerpo y el ropaje muestran un tratamiento esquemático y denotan que se prestaba poca atención al parecido con el modelo. Las esculturas realizadas por los pueblos que habitaron la región ubicada entre los ríos Tigris y Éufrates eran monolitos (hechos de una sola piedra) de menor tamaño, casi siempre en posición orante. La figura humana jamás se representó desnuda y casi siempre era masculina.
El relieve fue utilizado por los sumerios y acadios para relatar hechos históricos, pero alcanzó su máximo apogeo durante el imperio neobabilónico con el código de Hammurabi, en el que además de las leyes aparecía el dios sol y señor de la justicia, Shamash, que habría dictado los decretos al rey Hammurabi.
Los asirios representaron en relieve escenas de cacería o guerra, como las encontradas en el palacio del rey Assurbanipal en Nínive.
En las esculturas sumerias también destaca la rigidez -como en las egipcias-, mientras que en el arte asirio predomina el uso del relieve en desmendro de la escultura en tres dimensiones.
La producción escultórica sumeria incluye imágenes de dioses y diosas, de grandes personajes, pero sobre todo de fieles en actitud orante, con el cuerpo rígido, las manos cruzadas en señal de oración y los ojos muy abiertos contorneados en negro.
Se cree que las estatuas de fieles reunidos en los templos tenían un significado particular: sustituir a la persona representada en el tributo a la divinidad. Así se explica, por ejemplo, el gran número de efigies encontradas en 1930 por el arqueólogo holandés Henri Frankfort en las excavaciones de Tel Asmar.
Las figuras asirias son fáciles de reconocer por sus barbas, que terminan en un corte recto, y el pelo largo rizado; además llevan largas túnicas. También es característica de esta civilización la representación de toros alados con cabeza humana y escamas de pescado.