El Manierismo
Estilo que se desarrolló en Italia en el siglo XVI. Se caracteriza por el uso de modelos muy plásticos, figuras exageradas, a menudo con posturas forzadas, un irreal tratamiento del espacio, con frecuencia de efectos dramáticos, y una aparente elección arbitraria del color. Supone el rechazo del equilibrio y la claridad del renacimiento en busca de composiciones más dramáticas y complejas, y el deseo de efectos más emotivos, de mayor movimiento y contraste.
En este aspecto, anticipó el barroco que se desarrollaría hacia el año 1600.
El término proviene de la palabra italiana maniera, que significa estilo. Aunque el término ha adquirido diversos significados a lo largo de los siglos, se lo asocia al arte y a los artistas que exhibían maestría, virtuosismo y un refinamiento excesivo.
El manierismo no fue una reacción contra los cánones del renacimiento, sino que creció fuera de él, cultivando casi en exceso el estilo con el que la figura humana era tratada por los últimos maestros italianos como Rafael y Miguel Ángel, cuyas obras proporcionaron el impulso para su desarrollo.
Así, el Juicio Final (1536-1541, Capilla Sixtina, Vaticano) de Miguel Ángel coincide con la obra de algunos pintores manieristas. Esta tendencia coincide con una época de crisis para la iglesia católica. En 1517 el fraile Martín Lutero inició su cuestionamiento conocido como “reforma”, que desembocó en el surgimiento de la iglesia protestante.
El manierismo se caracterizó por un colorido brillante, casi chillón, composiciones complejas, formas exageradas y el movimiento dramático. La simetría y la centralización desaparecen a favor de las composiciones diagonales; el equilibrio y la medida dejan lugar al movimiento y a la expresión. Los juegos de luz y sombra se vuelven tan dramáticos como los rostros.
Alrededor de 1580, el manierismo comenzó a dar un giro más realista. Ejemplos excelentes del estilo español se encuentran en la obra de El Greco en pintura y en El Escorial en arquitectura. La escultura manierista está representada por el artista italo-flamenco Juan de Bolonia, así como por el virtuoso Benvenuto Cellini (escultor y orfebre) con sus exuberantes creaciones.
Una de las primeras aplicaciones del manierismo a las artes decorativas y a la arquitectura se aprecia en la obra de Giulio Romano en el palacio del Té, Mantua, Italia (c. 1525) y en los planos que Miguel Ángel realizó para la Biblioteca Laurenziana (1524-1559, Florencia), inscritos también dentro del estilo manierista.