México Virreinal
Al caer Tenochtitlan, los antiguos dominios mexicas quedaron bajo el mando de Hernán Cortés, a quien el emperador Carlos V nombró Capitán General. Sin embargo, la ilimitada ambición de éste y los abusos cometidos por sus colaboradores, convencieron al monarca de que era necesario establecer un gobierno más disciplinado en los dominios a los que se llamó Nueva España.
Los virreyes eran elegidos entre los miembros de la nobleza española, especialmente la castellana, a la que pertenecían en diferente grado, y solamente en casos muy contados fueron nombrados para desempeñar el cargo personajes nacidos en América ( criollos ). El virrey se encargaba de nombrar a las autoridades regionales, de otorgar mercedes de tierras, como recompena por servicios prestados, de construir obras públicas, de ejecutar las decisiones de la Real Audiencia, de vigilar la cobranza de las rentas reales, de ordenar la acuñación de moneda y de dirigir al ejercito.
El Virreinato duró casi 300 años. En ese lapso hubo 63 virreyes, quienes encabezaban un grupo muy numeroso de funcionarios encargados de cobrar impuestos, mantener el orden y proteger el territorio y su explotación económica.
Los alcaldes mayores gobernaban en los pueblos de indios, y los corregidores en los de españoles. Las autoridades más importantes en las ciudades eran los cabildos o ayuntamientos. Este sistema de cabildos o ayuntamientos, que se mantiene en estos días, fue traído a la Nueva España por los conquistadores. A finales del siglo XVIII, la Nueva España fue dividida en intendencias, que fueron la base de nuestra actual división política en estados.
En un principio, la población española se concentró en el centro de México, pero muy pronto se extendió por los actuales estados de Michoacán y Jalisco y siguió hacia el norte por la costa del Pacífico. Los españoles ocuparon la región zapoteca y mixteca y siguó después la difícil conquista de la península de Yucatán y el sureste montañoso, venciendo la decidida defensa de los pueblos mayas.
A mediados del siglo XVI los españoles encontraron ricas vetas de plata en Zacatecas y Durango, lo que estimuló la exploración y la conquista del norte de México y más allá del río Bravo, muy adentro del actual territorio de Estados Unidos de América. La resistencia de las tribus nómadas de esa enorme región dificultó la colonización estable. Por eso, las fronteras del norte de Nueva España fueron imprecisas por mucho tiempo, hasta que fueron fijadas en 1786.
La colonia tenía entonces una extensión de cuatro millones de km2, el doble de la actual superficie de México.