El imperio de Maximiliano
En julio de 1863, la Junta de Notables proclamó el imperio y propuso el trono de México a Fernando Maximiliano de Habsburgo, archiduque de Austria. Mientras la delegaciòn mexicana, presidida por José María Gutiérrez de Estrada (1800-1867), se entrevistaba con Maximiliano para ofrecerle el trono de México, las tropas francesas ocuparon las principales ciudades del centro del país y entraron en Guadalajara los primeros días de 1864.
José María Gutiérrez de Estrada fue un político conservador que desde 1840 sostuvo en una carta pública la necesidad de implantar en México una monarquía con un príncipe europeo al frente del nuevo gobierno. La publicación de la carta desató la furia de una gran parte de la población; la opinión pública obligó a Gutiérrez de Estrada a abandonar el país. Este político conservador fijó su residencia en París; durante mucho años se empeñó en convencer a un miembro de la realeza europea para que aceptara el trono de México.
Maximiliano aceptó la propuesta de los conservadores y firmó el Tratado de Miramar en abril de 1864. Napoleón III se comprometió a enviar a nuestro país un ejército de ocupación, compuesto por 25 000 soldados, a cambio, Maximiliano debería pagar al gobierno de Francia 270 millones de francos.
Maximiliano, su esposa y un número séquito arribaron a Veracruz el 28 de mayo de 1864, entraron triunfalmente en la Ciudad de México el 12 de junio, entre aclamaciones de los grupos de conservadores y la hostilidad de los partidarios de la república.
El clero pretendía recuperar su influencia y poder mediante la supresión de las leyes liberales, las cuales afectaban sus intereses. Maximiliano educado en las corrientes liberales que por esa época predominaban en Europa, se negó a derogar las Leyes de Reforma y sólo otorgó pequeñas concesiones al clero, pero mantuvo la nacionalización de los bienes eclesiásticos, la libertad de cultos, el Registro Civil y la prohibición de que la Iglesia participara en los asuntos de interés público.
Alejado de los conservadores por su negativa de abolir esas leyes, Maximiliano trató de ganarse las simpatías de los liberales, pero éstos rechazaron todo trato con el gobierno impuesto por los franceses. Mientras tanto, entre el emperador y algunos jefes de las tropas francesas surgieron serias discrepancias por la forma de conducir la guerra de intervención. Fue por estas circunstancias, Maximiliano fue incapaz de controlar al ejército y de unir en un sólo frente a las fuerzas que combatían contra las tropas de Juárez.