La revolución constitucionalista
Con la muerte de Madero y Pino Suárez concluyó un breve período de gobierno democrático y comenzó la dictadura militar de Huerta. Este se hizo nombrar presidente de México y utilizó la violencia y el terror contra las personas que se oponían a su gobierno, al que consideraban ilegal.
La pretensión de Huerta de ser reconocido presidente de la República mediante la fuerza produjo varias rebeliones en todo el país. Venustiano Carranza, gobernador de Coahuilla, proclamó el Plan de Guadalupe, cuyos puntos son los siguientes:
- Desconocer a Huerta como presidente de la República, y también a los poderes Legislativo y Judicial de la Federación y a los gobiernos estatales que aún reconozcan al usurpador treinta días después de la publicación de este Plan.
- Designar a Venustiano Carranza Primer Jefe del Ejército Constitucionalista, quien asumirá el cargo de presidente interino y convocará a elecciones generales.
- Destituir a los gobernadores que aún reconozcan al gobierno de Huerta y reemplazados por los Jefes locales del Ejército Constitucionalista, quienes asumirán el cargo de gobernador provisional.
El Plan de Guadalupe enarboló la bandera del constitucionalismo, esto es, la defensa de la Constitución, pero ignoró las demandas populares. Sin embargo, el odio del pueblo contra Huerta permitió a Carranza reunir a diversas fuerzas con un propósito común: derrocar el huertismo y restablecer el orden constitucional.
Francisco Villa y Emiliano Zapata reorganizaron sus tropas para enfrentarse al gobierno de Huerta. Los dos pretendían resolver definitivamente el problema de la tierra. Francisco Villa reconoció el mando supremo de Carranza, pero conservó completa independencia de acción. Zapata, por su parte, no se integró a grupo alguno, pero encabezó la lucha en el estado de Morelos y en las regiones vecinas.