Revolución Francesa
Quince años después de la declaración de independencia de los Estados Unidos de América, estalló otra revolución, ahora en Francia. Los regímenes absolutistas o de «antiguo régimen» habían provocado una gravísima crisis económica en este reino.
El rey Luis XVI convocó a una asamblea de notables, entre ellos a los estados generales , institución compuesta por tres estamentos. En el primero participaban los nobles, en el segundo, los miembros de la iglesia y en el tercero el pueblo. En este último también se contaban los burgueses, personas dedicadas a los negocios.
La nobleza y la Iglesia, juntos componían sólo el 5% de la población, en cambio el tercer estado que aglutinaba a los campesinos, obreros, artesanos, comerciantes y hombres de negocios, esto es el 95% de la población restante, contaba con muy pocos diputados.
La mayoría de nobles y clérigos se negaron de manera rotunda, entonces el rey ordenó la expulsión del tercer estado y de los nobles que lo apoyaban. Los expulsados se consideraron representantes legítimos de Francia, pues representaban a la mayoría; se reunieron y acordaron redactar una constitución que estuviera de acuerdo con la voluntad popular. Con ese fin se autonombraron Asamblea Constituyente.
Luis XVI ordenó la disolución de la Asamblea Constituyente pero no logró sus propósitos. Entonces congregó a sus tropas en París. La tensión del momento sumada al descontento por las malas cosechas y el aumento del precio del pan, incrementó el malestar de la población.
El 14 de julio de 1789 el pueblo de París se sublevó y asaltó la Bastilla, prisión donde cumplían su condena los opositores al gobierno absolutista. Muy pronto los motines se extendieron por toda Francia. Los campesinos y la población urbana formaron sus propias comunas o gobiernos autónomos.
Presionada por el pueblo la Asamblea Constituyente abolió el diezmo y en agosto de 1789 promulgó la Declaración de los derechos del hombre y del ciudadano. En este documento se reconoció la libertad y los derechos de propiedad, seguridad e igualdad jurídica de todos los franceses. En 1791 se proclamó la constitución, la cual estableció una monarquía constitucional, señaló los derechos del ciudadano y dividió el gobierno en tres poderes: el ejecutivo en manos del rey, el legislativo, conformado por una asamblea electiva indisoluble y el judicial, compuesto por jueces también electos.
Como la Asamblea constituyente había cumplido su cometido, se eligió la Asamblea Legislativa. En agosto de 1792, con el fin de calmar los ánimos, la Asamblea Legislativa convocó a una Convención Nacional electa por sufragio universal. Esta convención entró en funciones en septiembre, su primera medida fue abolir la monarquía y proclamar la república. En esta convención se enfrentaron dos grupos con ideas diferentes sobre los propósitos de la revolución: los jacobinos y los girondinos.
Además se estableció un Comité de Salud Pública, encabezado por Robespierre, que suspendió los derechos individuales y ordenó ejecutar a quienes se manifestaran, sin importar si eran partidarios o enemigos de la revolución. Con el fin de limitar la participación del pueblo, la nieva constitución otorgó el derecho de voto sólo a los propietarios. Además depositó el poder ejecutivo en un directorio formado por cinco personas y dividió el poder legislativo en dos consejos.
El directorio, débil e incapaz de resolver los problemas de Francia fue perdiendo autoridad, mientras el ejército de fortalecía. Napoleón Bonaparte, un oficial del ejército había adquirido un enorme prestigio por haber vencido en varias batallas a las tropas de las potencias enemigas, sofocó un levantamiento en favor del restablecimiento de la monarquía.
En 1802, con el apoyo de la burguesía, Napoleón fue nombrado cónsul vitalicio y en 1804 emperador de Francia.