Empieza la Conquista
El conquistador español del Nuevo Mundo quiso alzarse sobre un destino impuesto por su nacimiento y emular las aventuras de los héroes de las novelas de caballerías, en el horizonte de nuevas posibilidades y expectativas de poder y de gloria que América le ofrecía.
Antes de la llegada de los conquistadores europeos, y en forma totalmente independiente del resto del mundo, en América se habían desarrollado grandes civilizaciones.
Como gobernante católico, para el Rey de España, si estos habitantes eran sus súbditos también debían ser cristianos.
De aquí en adelante, la exploración fue reemplazada por la Conquista y conversión al cristianismo, a la fuerza. Bendecido por la Iglesia y el Rey, y motivado por sueños de oro y gloria, apareció un nuevo tipo europeo: el conquistador, protagonista de la conquista de del Imperio Azteca, los Incas y otros pueblos americanos.
Se les impuso una nueva religión y una forma de vida distinta. La historia de la mayor parte de los indígenas americanos, después de Colón, es una historia de opresión. Los europeos se apropiaron de sus tierras y obligaron a los indígenas a trabajar para ellos en las minas, las haciendas y en la construcción.
La metrópoli española implantó una estructura política y económica según sus propias necesidades, y la economía indígena quedó subordinada a sus intereses. Se cultivaba la caña de azúcar en Las Antillas, y también fueron explotadas, con fines comerciales, las zonas mineras de Perú y Bolivia, las sierras de los Andes y de Zacatecas y Guanajuato en México.
Por la falta de mano de obra en América, especialmente por la alta mortalidad en Las Antillas, los primeros esclavos llegaron a esta tierra en 1510. En un siglo, el volumen de personas en esta condición transportadas a través del Atlántico, llegó a más de 40.000 al año. Viajaban en condiciones inhumanas, y muchos fallecían en el trayecto debido al hacinamiento y al hambre.