Invasión a Polonia
El número de tropas de las fuerzas alemanas y polacas era prácticamente similar. Hitler envió 1,5 millones de soldados y el mariscal polaco Edwar Rydz-Smigly esperaba reunir 1,8 millones de hombres. Sin embargo los alemanes contaban con seis divisiones panzer (‘acorazadas’) y cuatro divisiones motorizadas; los polacos sólo disponían de una brigada acorazada, una motorizada y algunos batallones de carros de combate. Las Fuerzas Aéreas alemanas estaban formadas por 1.600 aeronaves de último modelo, mientras que la mitad de los 935 aviones polacos eran obsoletos.
El 1º de septiembre de 1939 señaló el inicio de las hostilidades que desencadenarían, más tarde, la Segunda Guerra Mundial. En la madrugada de ese día, Alemania invadió Polonia, culminando así una prolongada campaña de agresiones.
Gran Bretaña, que meses antes se había comprometido a garantizar las fronteras polacas, declaró la guerra a Alemania y, a continuación, Francia hizo lo mismo. Es necesario recordar que al terminar el 31 de agosto subsistían aún vestigios de negociación. Hitler había aceptado recibir a un enviado plenipotenciario polaco, en tanto que Mussolini lograba un principio de entendimiento para celebrar una conferencia internacional orientada a arreglar todos los asuntos europeos en litigio. Esa noche Europa durmió mejor que las noches anteriores, en el convencimiento de que estaba franqueado el punto crítico de la crisis y que, una vez más, la paz sería la salvación del mundo.
Sin embargo, antes de la salida del sol del 1º de septiembre de 1939 las unidades blindadas alemanas cruzaron la frontera y cientos de bombas cayeron sobre las ciudades polacas. En cosa de horas fueron destruidos los aeródromos, puentes, caminos, vías férreas y la escasa fuerza aérea polaca. El impacto fue grande en toda Europa. Las radios nazis difundían noticias minuto a minuto, diciendo que su territorio había sido violado y que las minorías germanas en Polonia sufrían matanzas, situación que había obligado al ejército a intervenir. También se decía que Alemania no pretendía declarar la guerra, sino que se trataba de una expedición de castigo.
Hasta entonces se suponía que Alemania estaba todavía bajo el régimen del Tratado de Versalles que había limitado sus tropas a un máximo de cien mil soldados profesionales, distribuidos en 10 pequeñas divisiones de infantería y caballería, y le habían prohibido tener armas acorazadas, artillería pesada, aviación y un Estado Mayor.
En 1935, con la restauración del servicio militar obligatorio, Hitler había desobedecido esa imposición y desde ese momento inició un plan de rearme. En todo caso, Hitler había tomado mucho antes la decisión de invadir Polonia, pero siempre se las había arreglado para esconder sus propósitos y para distraer la atención de sus potenciales enemigos. Previamente, tres ejércitos se habían emplazado a lo largo de la frontera con Polonia.
En esta oportunidad, Alemania empleó una táctica que luego sería conocida como guerra relámpago, sistema que más tarde aplicaría en múltiples oportunidades contra las naciones que invadió. La resistencia polaca fue casi nula, ya que el mismo día del ataque germano quedó sin fuerza aérea y con sus tropas desalentadas.
En dos semanas Alemania aniquiló todos los esfuerzos de defensa. Antes de un mes, Polonia desaparecía del mapa. La Unión Soviética aprovechó toda esta confusión y ocupó la parte oriental del país así invadido. Un acuerdo posterior entre el Premier soviético José Stalin y Hitler determinó el reparto de Polonia.