Geomorfología

La geomorfología es el estudio científico de la forma del terreno y de los paisajes. Esta ciencia se ha desarrollado de dos formas distintas que unidas ofrecen una explicación completa de la forma de los paisajes. A finales del siglo XIX, los geógrafos pensaban que los acontecimientos geológicos tenían su origen en fenómenos violentos. El científico William Morris Davis fue el primero en desarrollar la idea de que el relieve experimentaba una evolución lenta, a lo largo de miles de años.

Su teoría afirmaba que las formas del relieve siguen siempre un mismo ciclo, desde una fase de juventud a otra de madurez y una final de vejez. Esta hipótesis se sustituyó por la de los ciclos morfoclimáticos, de acuerdo a la cual las condiciones exógenas o externas, tales como fenómenos de erosión, transporte de materiales y sedimentación, actúan de diferentes maneras según el clima, para configurar los distintos relieves. Estos, a su vez, son generados básicamente por factores endógenos o internos, como levantamientos o dislocaciones de la corteza que se producen por movimientos propios.

La estructura terrestre

Mediante el estudio que realiza la Geofísica a través de la propagación de las ondas sísmicas, magnetismo terrestre y fuerza de gravedad, se ha podido deducir que la Tierra tiene tres capas de distinta densidad. La primera de ellas es la corteza, que comprende desde la superficie hasta unos treinta y tres kilómetros de profundidad, donde se encuentra un punto denominado discontinuidad de Mohorovic o Moho.

La corteza terrestre está formada, a su vez, por dos capas: una capa granítica cristalina o sial, donde predominan el silicio y el aluminio, que forma los continentes; y una inferior continua que forma una capa basáltica o sima, donde abundan el silicio y el magnesio.

El manto terrestre es la capa intermedia que se ubica entre la corteza y el núcleo. Posee unos 2.895 km de espesor, y se encuentra compuesto por una materia en estado viscoso, probablemente silicato de hierro y magnesio

El núcleo es la parte central de la estructura terrestre, una zona esférica de unos 3.500 km de radio. Basándose en el comportamiento que experimentan las ondas sísmicas al alcanzar este lugar, se ha podido deducir que su parte interna posee propiedades líquidas.