Estructura interna de la obra dramática

El fin primordial de un texto dramático, aunque puede ser leído, es su representación en un escenario ante unos espectadores. Esta tarea es llevada a cabo por los actores, que encarnan a los personajes y que son conducidos por un director, que los organizará y transformará ese texto escrito en un espectáculo.

El elemento central en la ordenación del mundo dramático viene constituido por la acción dramática elemento dinámico que configura las tres instancias representativa de la estructura interna.

Presentación del conflicto

El conflicto es el germen estructurante de una obra dramática (sin conflicto no hay drama). Su desarrollo significa por una parte la producción de una acción dramática y por otra produce la evolución de los caracteres. De esta manera, acción y carácter son el centro de gravitacional dinámico de la obra.

La presentación del conflicto varía de acuerdo a la obra. Podemos distinguir en términos generales, cuatro fases: entrega del protagonista, su propósito, mostración del obstáculo, encuentro de las dos fuerzas en pugna. Por lo tanto esta primera instancia nos revela el planteamiento del conflicto y de los personajes.

Desarrollo de la acción dramática

La situación conflicto va progresando dinámicamente hasta llegar a un enfrentamiento decisivo de los personajes y sus contradicciones. Esto otorga la dimensión artística a la obra de teatro. Los diversos esfuerzos por superar a la fuerza antagónica dan lugar a un movimiento dramático.

Desenlace de la acción dramática

Es la eliminación del obstáculo o la desaparición o anulación del protagonista. Al hablar de conflicto este puede materializar desde diversos puntos de vista; del hombre con el destino (Edipo Rey, de Sófocles); del hombre con la gracia (El Gran teatro del mundo, de P. Calderón de la Barca); del instinto con el ambiente (Hamlet, de William Shakespeare; del entendimiento con el ambiente (Madre Coraje, de Bertolt Brech); del libre albedrío con el ambiente (Casa de Muñecas de Enrique Ibsen). Por eso, la fuerza antagónica puede ser un elemento externo o interno del propio sujeto, fuerza que obstaculiza el propósito de la fuerza protagónica.