El cine después de la I Guerra Mundial
Al terminar la guerra, la industria cinematográfica decayó en forma drástica, por lo que en Europa debió partir prácticamente de cero. Sin embargo, en Alemania, en la Unión Soviética y en Francia, las películas tuvieron un significado artístico distinto, algo que marcaría una nueva etapa en la historia del cine.
En Alemania, el cine tomó del expresionismo y el teatro las principales fuentes de inspiración. El ejemplo más reconocido fue la película expresionista El gabinete del doctor Caligari (1919), de Robert Wiene, quien utilizó por primera vez la cámara subjetiva, aquella que muestra lo que el propio protagonista ve.
A mediados de la década de 1920, la capacidad técnica del cine alemán sobrepasaba la de cualquier otro en el mundo. Los directores alemanes le sacaron el trípode a la cámara y la pusieron sobre ruedas, consiguiendo una movilidad nunca antes vista.
Entre 1925 y 1930 apareció una serie de grandes películas soviéticas, revolucionarias tanto en su temática como en su fuerza visual y los métodos de realización empleados. La industria del cine soviética fue nacionalizada en 1919 y puesta bajo el control del Comisariado del Pueblo para la Propaganda y la Educación.
Las películas de este periodo mostraban la reciente historia soviética con una fuerza, realismo y visión que era la antítesis del espíritu introspectivo alemán.
Los principales directores del cine soviético fueron Serguéi Mijáilovich Eisenstein y Vsiévolod Ilariónovich Pudovkin, muy influenciados por Griffith. Una de las obras que cobraron importancia en este período fue El acorazado Potemkin (1925) de Eisenstein, capaz de representar una gran emoción en la pantalla, gracias a varias secuencias de hechos simultáneos.
Pudovkin, por su parte, fue reconocido por su película La madre realizada en 1925.