Tendencia de fin de siglo

La filosofía positivista de Augusto Comte y el progreso de las ciencias naturales tuvo una gran influencia en el arte de fines del siglo XIX. Cualquier hecho observable era un buen motivo para escritores y artistas plásticos. Reproducían la situación sin hacerla pasar por ningún tipo de filtro -ni moral ni estético- y la entregaban al público como una muestra de la realidad descarnada. Esta tendencia, que se presenta como una evolución del realismo, recibió el nombre de Naturalismo.

Naturalismo (literatura), teoría según la cual la composición literaria debe basarse en una representación objetiva y empírica del ser humano. Se diferencia del realismo en que incorpora una actitud amoral en la representación objetiva de la vida. Los escritores naturalistas consideran que el instinto, la emoción o las condiciones sociales y económicas rigen la conducta humana, rechazando el libre albedrío y adoptando en gran medida el determinismo biológico de Charles Darwin y el económico de Karl Marx.

Para entender el fuerte lazo que se teje entre el arte y la ciencia, hay que recordar que los naturalistas vivieron en el momento en que Gregorio Mendel, sacerdote y botánico, formuló las leyes sobre la herencia, iniciando así el estudio de la genética. Y también cuando Auguste Comte, aplicando el método científico al estudio de los fenómenos sociales, dio origen a la sociología.

En este contexto hay que entender la concepción que este movimiento tiene del ser humano. Señalaban que el hombre no pasa de ser más que un organismo fisiológico cuyo destino está determinado por su herencia biológica y sus circunstancias sociales. «Aunque se cree libre, el hombre es una víctima de su código genético y de la sociedad en que se desarrolla», opinan los naturalistas.

Personajes patológicos

Alcohólicos, psicópatas, tarados, son los personajes preferidos por los naturalistas. Es fácil para ellos explicar que estas condiciones humanas se dan como impulsos hereditarios, frente a los cuales el individuo no puede luchar. Además, son conductas interesantes para observar, reproducir y dar a conocer en su propio lenguaje, como testimonio de una cruda realidad.

Estas características que mencionamos, -descripción de lacras del cuerpo y del alma- dan al arte naturalista una sordidez que fue rechazada por muchas personas en Europa, particularmente los miembros de la aristocracia.

La corriente hispana

El naturalismo encontró en España un apoyo más bien débil. Los principales exponentes literarios fueron Emilia Pardo Bazán (1851-1921); Leopoldo Alas -Clarín- (1852-1901); y Vicente Blasco Ibáñez (1867-1928). A los autores españoles les disgustaba el determinismo naturalista. No aceptaban fácilmente que el ser humano era víctima de su herencia y circunstancia, porque esta posición atentaba contra «la sagrada libertad del hombre». Y aunque muchas veces señalaron que la tristeza y la repugnancia de las situaciones que se describían eran de «mal gusto», también ellos las utilizaron en sus obras.

El naturalismo hispano se inclinó, fundamentalmente, hacia la crítica social, dejando al desnudo todas las miserias, defectos e incorrecciones de la oligarquía. Los pasos de Ulloa (1886) y La Madre Naturaleza (1887), son dos de las obras más representativas de las condesa Pardo Bazán. En tanto, La Regenta, una escabrosa obra de adulterio, es el aporte de Leopoldo Alas al naturalismo.

Naturalismo

Émile Zola (1840-1902), escritor francés y creador del naturalismo . Zola nació en París , el 2 de abril de 1840, hijo de un ingeniero civil italiano. Tras la muerte de su padre, la familia vivió en la pobreza. Su primer trabajo fue el de empleado en una editorial. A partir de 1865 se ganó la vida escribiendo poemas, relatos y crítica de arte y literatura.

Para Emile Zolá, el naturalismo no sólo era una corriente literaria, sino una concepción del hombre y un método para estudiar y transcribir su comportamiento. Su influencia científica y el convencimiento de que los seres humanos están determinados por su fisiología, lo llevaron a extender fichas de diagnóstico con las que se predeterminaba la conducta de sus personajes, del mismo modo que un médico puede pronosticar el desarrollo de una enfermedad.