Nacionalismo
Con el triunfo de la Revolución Francesa el nacionalismo se generalizó en Europa, los brotes liberales se propagaron a otros horizontes geográficos. La emancipación de colonias portuguesas y españolas en América fue reflejo de ese espíritu nacionalista.
Tras la caída de Napoleón Bonaparte, quien gobernó Francia de 1799 a 1815, se fortaleció nuevamente el conservadurismo que se representó en el Congreso de Viena, la Santa Alianza (Austria, Prusia y Rusia) y el Concierto de Europa. Esto originó que los partidarios del liberalismo y nacionalismo sostuvieran una enérgica lucha por la libertad y la autonomía en diversos focos regionales de resistencia, entre ellos los europeos y americanos, contra el autoritarismo y el intervencionismo.
Los gobiernos borbónicos y conservadores de Luis XVIII y de Carlos X en Francia enfrentaron continuos levantamientos populares entre 1814 y 1830. Al subir al trono Luis Felipe de Orleáns tuvo que jurar respeto a la Constitución; su caída en 1848 fue provocada por los partidarios del liberalismo, los socialistas y los nacionalistas.
Se dieron entonces las condiciones óptimas para que Luis Napoleón, sobrino de Bonaparte, estableciera una nueva república y, poco después, el Segundo Imperio Francés. Las unificaciones de Italia (1870) y Alemana y (1871) representaron la consolidación del nacionalismo en Europa.