Aves fósiles

Las aves constituyen una clase de vertebrados con grandes analogías con los reptiles, aun considerando únicamente las especies actuales. En su conjunto, el grupo de aves vivientes y fósiles muestra, por sus caracteres esqueléticos, analogías aún más patentes con los reptiles fósiles, lo cual permite suponer que de un tronco común, o tipo sintético reptiliano, han surgido, por diferenciaciones morfológicas y adaptaciones especiales, ramas diversas de organismos.

El origen del vuelo

Se ha supuesto que el tránsito de la forma reptiliana terrestre a la avícola voladora se realizaría por una fase intermedia, la trepadora arboreal, en la que las extremidades se acondicionan para la función de paracaídas. Dos teorías se han emitido para explicar el origen del vuelo en la fase sucesiva a la arboreal, Una es la de las dos alas, según la cual, las escamas laterales de las patas anteriores y de la cola se transformarían en largas plumas, para hacer las veces de paracaídas o facilitar el salto de una rama a otra.

Otra teoría es la de las cuatro alas, fundada en la existencia de grandes plumas en las caderas de los embriones de aves y en las señales de plumas semejantes en el Archaeopteryx. Según esta hipótesis, se pasaría al único par de alas que presentan las aves vivientes, mediante reducción progresiva de las plumas de la base de las patas posteriores.

Archaeopteryx

Las formas de aves corredoras, como los avestruces, y de nadadoras, como somormujos y pingüinos, se explican por adaptaciones secundarias de las aves voladoras. En las primeras, por adaptación a una fase terrestre en que el vuelo degeneró y fue sustituido por la carrera, con la consiguiente atrofia de las alas y desarrollo de las patas. En las segundas, la natación sustituyó al vuelo, con la consiguiente transformación del ala en nadadera y modificación de las plumas de este miembro en escamas.

Orígenes

Las aves más antiguas datan del Jurásico superior de Solenhofen, en Baviera (Alemania), constituyendo un tipo intermedio entre los reptiles y las verdaderas aves. En el Cretácico, éstas aparecen ya muy evolucionadas, y de su origen reptiliano queda como carácter más saliente la presencia de numerosos dientes en las mandíbulas; pero su forma, aspecto y conjunto de caracteres son los de las aves de tipo actual. En el Terciario, las aves son ya tan semejantes a las actuales, que encajan bien en los grandes grupos de las vivientes; de tal modo, que gran número de las del Terciario superior no son sino especies extinguidas de los géneros actuales.

Formas mesozoicas son Baptornis y Hargeria de EE UU, y Neogaeoris del Cretácico superior de Chile meridional.

pterodactilo ave característica del jurásico

Se ve, pues, que ya al final del Mesozoico, las aves estaban diversificadas y adaptadas a géneros de vida distintos, si bien conservaban, entre otros caracteres reptilianos, los dientes en las mandíbulas.

Ya hemos dicho que las aves del Terciario y del Cuaternario encajan en su gran mayoría en los grupos de las hoy vivientes. Pero hay algunas formas extinguidas a las cuales conviene referirse, tales como las gigantescas aves corredoras, desprovistas de alas, de Nueva Zelanda y Madagascar:

Diornis

Los restos se encuentran en abundancia en cavernas, aluviones y depósitos turbosos de Nueva Zelanda. Algunas veces aparecen acompañados de piedras talladas, carbones y otras señales del hombre primitivo, si bien los salvajes de la época actual no conservaban la tradición de la existencia de tales aves.

Por otra parte, el estado de incompleta fosilización de algunos restos, los fragmentos de piel y de plumas que se han encontrado, demuestra que estos animales desaparecieron en la época actual, exterminados probablemente por el hombre. Los Diornis eran aves con dos fuertes y grandes patas, sin alas, cuello largo y cabeza pequeña; la talla oscilaba entre los 2 y 3 m.

Aepyornis

Eran también aves de tamaño grande, de más de 3 m, constituidas en el mismo plan orgánico que las anteriores. Sus restos se han encontrado en Madagascar. Vivieron durante el Cuaternario, y aun en época histórica. Sus enormes huevos alcanzaban hasta 35 cm de diámetro mayor y tenían una capacidad de 8 litros.

Aepyornis