Período entre guerras
La destrucción de ciudades y los daños contra la población civil durante los cuatro años de guerra significaron el mayor costo de la Primera Guerra Mundial. El sentimiento nacionalista y la inconformidad de las masas trabajadoras persistieron durante y después de este conflicto armado.
El desempleo, la caída de la producción y la falta de alimentos se prolongaron en las siguientes décadas. La participación de la mujer en la dinámica económico-social marcó un auge feminista que Europa vivió después del enfrentamiento. En varios países occidentales se instituyó el voto femenino.
En contraposición al desarrollo social que significó la participación femenina, las tendencias totalitarias y fascistas se manifestaron en países como Alemania, Italia, Rusia, España y Yugoslavia. La tendencia totalitaria en naciones europeas después de la Primera Guerra Mundial se vivió en distintos contextos como otra de las consecuencias que el desajuste económico y geográfico suscitó.
Con características muy particulares, la Unión Soviética emprendió un modelo de corte comunista, pionero en la historia, que fue encabezado por José Stalin. El modelo, que incluía planes de industrialización quinquenales, se extendió a Europa del Este debido a que, después de la muerte de Lenin, en 1924, se desató una lucha por el poder político entre José Stalin F y muerte de Lenin, en 1924, se desató una lucha por el poder político entre José Stalin y León Trotsky.
Este último encabezó al ejército bolchevique, el llamado Ejército Rojo, pero Stalin fue quien ganó. Entre las acciones que realizó después de su triunfo está la colectivización de la producción agraria.
Tanto en países socialistas como en las democracias occidentales se incremento el control de la producción en manos del Estado. Los movimientos socialistas en Europa generaron gobiernos de izquierda, aun en naciones capitalistas, en Inglaterra gobernó el partido laborista y en Francia los gobiernos de coalición.
El triunfo de los aliados ejerció un predominio geográfico en Europa y en los grandes mares, aun así, tanto las potencias vencedoras como los países perdedores enfrentaron la ruina agrícola, la escasez de materias primas, las pérdidas de sus mercados tradicionales y graves deudas.
Benito Mussolini gobernó Italia de 1922 a 1943. Fundó la primera agrupación política fascista y, más tarde, se alió con Alemania durante la Segunda Guerra Mundial. En general, se considera que la ideología de todo sistema dictatorial o totalitario que utiliza el militarismo, entre otros medios coercitivos para mantenerse en el poder, es fascista. En particular, así fue como se le llamó al régimen que Mussolini encabezó en Italia, del cual antecedió a la Segunda Guerra Mundial. El fascismo era extremadamente imperialista, por lo que se fundamentaba en un fuerte nacionalismo, militarismo y corporativismo.
Por otro lado, la situación interna de Alemania después de la Primera Guerra Mundial fue la de un país derrotado y excesivamente castigado por los aliados. El Tratado de Versalles ejerció represalias que lesionaban intereses sociales y nacionales legítimos en Alemania. En este ambiente proliferó una ideología extrema que Adolfo Hitler supo manipular en las filas del Partido Nacional Socialista de los Trabajadores Alemanes (Partido Nazi).
El nazismo se fue extendiendo debido a que canalizaba demandas laborales y aspiraciones nacionalistas de un pueblo desesperado por la opresión internacional. A pesar de que su discurso se basaba en el exterminio racial y en nacionalismo-imperialismo beligerante, Hitler cobró gran popularidad como canciller alemán.
Desconoció al Tratado de Versalles y su política tributaria; fortaleció la economía alemana y desarrollo la industria militar más exitosa de la Europa entre guerras. También refrendó con enorme fuerza la soberanía alemana e inició una fase de expansión geográfica en territorios centroeuropeos.
En Estados Unidos, el país líder capitalista por excelencia, el 24 de octubre de 1929 la Bolsa de valores de Nueva York se derrumbó en forma desastrosa y repentina en un hecho sin precedentes que no parecía tener explicación. Ese acontecimiento ocurrió un jueves, por lo que a ese día se le conoce como el “Jueves Negro” y marcó el inicio de la Crisis de 1929, un periodo de ruina económica que durante las siguientes décadas hundió al imperialismo estadounidense.
Posteriormente el presidente de ese país, Franklin D. Roosevelt, implementó la política de New Deal (Nuevo Trato), con la cual la economía estadounidense comenzó a recuperarse. Esta política estaba basada en la teoría keynesiana y consistió, básicamente, en tratar de aumentar el poder de compra de los consumidores, incluso a costa de producir un déficit en el presupuesto estatal.